Todavía se dirige a los medos y los persas, y les ordena que separen de Babilonia tanto a los sembradores como a los segadores; pero al declarar una parte para el todo incluye también a todos los demás. Los maridos de alguna manera preservan la vida de los hombres, ya que otras artes y ocupaciones no son capaces de hacerlo. Si no hubiera sembrado y cosechado, todos necesariamente perecerían. Cuando, por lo tanto, el Profeta les ordena que se lleven a los que sembraron y cosecharon, fue lo mismo que si hubiera dicho: "Golpea con la espada y mata a todos los habitantes, para que no quede nada más que la tierra reducida a la soledad". Luego ordena a los caldeos que sean asesinados, para que ningún labrador quede para sembrar y cosechar.

Esto, de hecho, no fue cumplido por Cyrus, como hemos visto en otras partes. Pero lo que luego le recordé debe tenerse en cuenta, que el Profeta extiende sus amenazas mucho más allá, porque Babilonia a menudo fue golpeada por la mano de Dios, y finalmente destruida por completo. El asalto a Ciro fue un preludio, pero siguieron otras calamidades, cuando fue más severamente oprimido.

Él agrega: De la cara de la espada que oprime o desperdicia, cada uno huirá a su pueblo y a su propia tierra. Como ese país era rico, muchos extraños habían venido allí, y también habían reunido cautivos de todas partes. Así, sin duda, muchos extranjeros vivían en Caldea cuando floreció el imperio. Había muchos labradores y muchos artífices. Los caldeos gobernaron y, sin embargo, muchos se contentaron con medios pequeños e incluso insignificantes; o puede ser que los caldeos obligaron a las naciones conquistadas a hacer un trabajo servil en la agricultura y en las obras de arte. El Profeta ahora dice que en la revolución que iba a suceder, cada uno miraría a su propia tierra y huiría allí, ya que no podría deleitarse en un país desierto y desolado. Entonces, desde la cara de la espada opresora, cada uno mirará a su propio pueblo y a su propia tierra; y aquellos que antes fingían estar completamente dedicados a los caldeos, los abandonarían en su necesidad, porque nada sería mejor para ellos que consultar su propia seguridad. Sigue, -

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