43. Sígueme. Cuando Felipe fue inflamado por esta sola palabra para seguir a Cristo, inferimos de ella cuán grande es la eficacia de la palabra de Dios; pero no aparece indiscriminadamente en absoluto, porque Dios se dirige a muchos sin ninguna ventaja, como si les golpeara los oídos con un sonido que se desvaneció en el aire. Entonces, la predicación externa de la palabra es infructuosa en sí misma, excepto que inflige una herida mortal a los reprobados, para hacerlos inexcusables ante Dios. Pero cuando la gracia secreta de Dios la acelera, todos los sentidos deben verse afectados de tal manera que los hombres estén preparados para seguir donde sea que Dios los llame. Debemos, por lo tanto, orar a Cristo para que pueda mostrar en nosotros el mismo poder del Evangelio. En el caso de Felipe, no había duda de una peculiaridad acerca de seguir a Cristo; porque se le ordena que lo siga, no como uno de nosotros, sino como un doméstico y como un compañero familiar. Pero aún así, el llamado de todos nosotros se ilustra con este llamado de Felipe.

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