38. Porque bajé del cielo. Esta es una confirmación de la declaración anterior, de que no buscamos a Cristo en vano. Porque la fe es una obra de Dios, por la cual él muestra que somos su pueblo, y nombra a su Hijo como el protector de nuestra salvación. Ahora el Hijo no tiene otro diseño que cumplir los mandamientos de su Padre. En consecuencia, nunca rechazará a los que su Padre ha enviado. Por lo tanto, finalmente, se deduce que la fe nunca será inútil. En cuanto a la distinción que hace Cristo entre su propia voluntad y la voluntad del Padre, a este respecto, se acomoda a sus oyentes, porque, como la mente del hombre es propensa a la desconfianza, no podemos idear alguna diversidad que produzca vacilación. Para cortar cualquier pretensión de esas imaginaciones malvadas, Cristo declara que ha sido manifestado al mundo, a fin de poder ratificar lo que el Padre ha decretado con respecto a nuestra salvación.

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