20. Los ojos de todos los que estaban en la sinagoga Dios tocaron sus corazones, dudo que no, con asombro, lo que los hizo más atentos, y los indujo a escuchar a Cristo, mientras él hablaba. Porque se les debe haber impedido oponerse a este discurso al comienzo, o interrumpirlo en medio, cuando estaban lo suficientemente dispuestos, como veremos, para tratar a Cristo con desprecio.

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