48. Tus pecados son perdonados. Se puede preguntar, ¿por qué Cristo ahora le promete el perdón que ella había obtenido y del cual había estado segura? Algunos responden que estas palabras fueron pronunciadas, no tanto por su propia cuenta, como por el bien de los demás. Por mi parte, no tengo dudas de que fue principalmente por su propia cuenta; y esto aparece más claramente de las palabras que siguen. Tampoco debemos preguntarnos, que la voz de Cristo nuevamente pronuncia una absolución de la mujer, que ya había probado su gracia, y que incluso estaba convencida de que él era su único refugio de salvación. Por lo tanto, en la actualidad, la fe es previamente necesaria, cuando oramos para que el Señor perdone nuestros pecados; y, sin embargo, esta no es una oración inútil o superflua, sino que su objeto es que el Juez celestial pueda sellar cada vez más su misericordia en nuestros corazones, y de esta manera nos puede dar paz. Aunque esta mujer había traído consigo una confianza confiada en la gracia que había obtenido, esta promesa no era superflua, sino que contribuyó en gran medida a la confirmación de su fe.

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