51. Los orgullosos me han despreciado enormemente Este ejemplo es sumamente útil, ya que sirve para informarnos, que aunque nuestra honestidad puede hacernos desagradables a los insultos de los impíos, debemos, por nuestra constante inquebrantable, repeler su orgullo, para que no tengamos aversión a la ley de Dios. Muchos que, en otros aspectos, estarían dispuestos a temer a Dios, ceden a esta tentación. La tierra siempre ha estado llena de los impíos contendientes de Dios, y en este día está casi invadida por ellos. Por lo tanto, si no ignoramos su maldad, no habrá estabilidad en nuestra fe. Al llamar a los no creyentes orgullosos, les aplica una designación muy apropiada: porque su sabiduría consiste en despreciar a Dios, estimar ligeramente sus juicios, pisotear toda piedad y, en resumen, derramar desprecio sobre el reino celestial. Si no estuvieran cegados por el orgullo, no seguirían un curso tan precipitado. Debemos interpretar las palabras de esta manera: aunque los orgullosos me hayan tratado con desprecio, no me he apartado de tu ley. No debemos pasar por alto la gran partícula que importa, que fue acosado, no solo ocasionalmente o por un corto tiempo, por los impíos, sino que el ataque continuó día a día. Aprendamos de estas palabras, que los malvados, como consecuencia de que forman la gran mayoría de la humanidad, se arrogan a sí mismos la mayor libertad. El número de los piadosos que adoran a Dios con reverencia es siempre pequeño. Por lo tanto, debemos resistir contra una gran tropa y la chusma de los impíos para mantener nuestra integridad.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad