3. Alabadle, sol y luna. Este pasaje no respalda el sueño de Platón, que las estrellas sobresalen en sentido e inteligencia. El salmista tampoco les da el mismo lugar que acababa de asignar a los ángeles, sino que simplemente insinúa que la gloria de Dios se puede ver en todas partes, como si cantaran sus alabanzas con una voz audible. Y aquí él reprende tácitamente la ingratitud del hombre; porque todos escucharían esta sinfonía si estuvieran atentos al considerar las obras de Dios. ¿No ha de alabar a su Hacedor el sol con su luz, su calor y otros efectos maravillosos? Cuando las estrellas siguen su curso, y al mismo tiempo adornan los cielos y dan luz a la tierra, ¿no escuchan las alabanzas de Dios? pero como somos sordos e insensibles, el salmista los llama como testigos para reprobar nuestra indolencia. Por los cielos de los cielos él sin duda se refiere a las esferas. Los eclipses y otras cosas que observamos muestran claramente que las estrellas fijas están por encima de los planetas y que los planetas mismos están ubicados en órbitas diferentes. (297) La excelencia de esta invención que el salmista justifica justamente, hablando expresamente de los cielos de los cielos; no como si realmente hubiera más cielos que uno, sino para ensalzar la sabiduría incomparable que Dios ha mostrado al crear los cielos; porque el sol, la luna y las estrellas no se mezclan confusamente, pero cada uno tiene su propia posición y estación asignada, y sus múltiples cursos están regulados. Como bajo el nombre de los cielos él comprende el aire, o al menos todo el espacio desde la región media del aire hacia arriba, él llama lluvias, las aguas sobre los cielos No hay fundamento para la conjetura que algunos han hecho, que hay son aguas depositadas sobre los cuatro elementos; y cuando el salmista habla de estas aguas como si estuvieran arriba, señala claramente el descenso de la lluvia. Se adhiere demasiado estrictamente a la letra de las palabras empleadas, para concebir como si hubiera algo de mar en los cielos, donde las aguas se depositaban permanentemente; porque sabemos que Moisés y los Profetas normalmente hablan en un estilo popular, adecuado para la menor aprensión. Sería absurdo, entonces, tratar de reducir lo que dicen a las reglas de la filosofía; como, por ejemplo, en el pasaje que tenemos ante nosotros, el salmista señala el hecho maravilloso de que Dios mantiene las aguas suspendidas en el aire, porque parece contrario a la naturaleza que deberían elevarse en lo alto, y también que, aunque fluidas, deberían colgar en vacío espacio. En consecuencia, se dice en otra parte, que se mantienen allí encerrados en botellas. (Salmo 33:7.) El salmista ha tomado prestada la forma de expresión de Moisés, quien dice: "que las aguas se dividieron de las aguas". (Génesis 1:6.)

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