19. ¡No seas tú, entonces, lejos de mí, oh Jehová! Debemos tener en cuenta todo lo que David ha relacionado hasta ahora con respecto a sí mismo. Como sus miserias habían alcanzado la máxima altura, y como no veía ni un solo rayo de esperanza para alentarlo a esperar la liberación, es una instancia maravillosa del poder de la fe, que no solo soportó sus aflicciones pacientemente, sino que El abismo de la desesperación se levantó para invocar a Dios. Señalemos, por lo tanto, particularmente, que David no derramó sus lamentaciones pensando que eran en vano y sin efecto, ya que las personas que están perplejas a menudo emiten sus gemidos al azar. Las oraciones que agrega muestran lo suficiente como para esperar el problema que deseaba. Cuando llama a Dios su fuerza, con este epíteto da una prueba más evidente de su fe. Él no reza de manera dudosa; pero se promete la ayuda que el ojo del sentido aún no percibía. Con la espada, con la mano del perro, con la boca del león y con los cuernos de los unicornios, insinúa que estuvo expuesto al peligro de muerte, y que de muchas maneras. De donde nos reunimos, que aunque se desmayó por completo en sí mismo cuando estaba rodeado de muerte, continuó fuerte en el Señor, y que el espíritu de la vida siempre había sido vigoroso en su corazón. Algunos toman las palabras solo alma, o solo vida, por querida y preciosa; (517) pero esta vista no me parece apropiada. Más bien quiere decir que, en medio de tantas muertes, no encontró ayuda ni socorro en todo el mundo; como en Salmo 35:17 las palabras, solo alma, (518) se usan en el mismo sentido para una persona que está sola y desvalida toda ayuda y socorro. Esto aparecerá más claramente en Salmo 25:16, donde David, al llamarse a sí mismo pobre y solo, sin duda se queja de que fue completamente privado de amigos y abandonado del mundo entero. Cuando se dice al final del versículo 21, respóndeme o, escúchame desde los cuernos de los unicornios, esta forma de hablar hebrea puede parecer extraña y oscura para nuestros oídos, pero el sentido no es del todo ambiguo. La causa solo se pone en lugar del efecto; porque nuestra liberación es la consecuencia o efecto de que Dios nos escuche. Si se pregunta cómo se puede aplicar esto a Cristo, a quien el Padre no libró de la muerte. Respondo, en una palabra, que fue liberado más poderosamente que si Dios hubiera evitado que cayera víctima de la muerte, aun cuando es una liberación mucho mayor resucitar de entre los muertos que ser curado de una enfermedad grave. La muerte, por lo tanto, no impidió que la resurrección de Cristo finalmente diera testimonio de que había sido escuchado.

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