6. Bendito sea Jehová, que ha escuchado. Esta es la segunda parte del salmo en la que el profeta comienza a dar gracias a Dios. Ya hemos visto cómo se empleó en la oración en medio de sus peligros; y ahora con esta acción de gracias nos enseña que sus oraciones no fueron en vano. Por lo tanto, confirma con su propio ejemplo, que Dios está listo para brindar ayuda a su pueblo cuando lo busquen con verdad y sinceridad. Él declara la misma verdad más completamente en el siguiente verso, llamando a Dios su fuerza y ​​su escudo; porque estaba persuadido de que Dios lo había escuchado de esto, que había sido maravillosamente preservado. Añade que le habían ayudado con respecto a su confianza y esperanza; porque a menudo sucede que aquellos que invocan a Dios, a pesar de no alcanzar su gracia por su propia incredulidad. En tercer lugar, dice que agregará a su alegría un testimonio de su gratitud. Los hombres malvados y los hipócritas huyen a Dios cuando se ven abrumados por las dificultades, pero tan pronto como escapan de ellos, olvidando a su libertador, se regocijan con alegría frenética. En resumen, David no confió en vano, ya que realmente descubrió por experiencia que Dios posee un poder siempre presente para preservar a sus siervos; y que esto era motivo de verdadera y sólida alegría para él, que encontraba a Dios siempre favorable para él. Por este motivo, del mismo modo, promete que sería consciente de Dios y le estaría agradecido. E indudablemente, cuando Dios difunde alegría en nuestros corazones, es abrir nuestras bocas para cantar sus alabanzas.

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