A ti clamaré, una vez más con importuna seriedad, oh Señor, mi Roca, su inexpugnable Fortaleza, Salmo 18:2 . No me guardes silencio, siendo sordo a su oración y negándome a contestar, no sea que, si me guardas silencio, me vuelva como los que descienden al abismo, hundiéndose en el sepulcro en total desesperanza.

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