8 Jehová juzgará a las naciones Esta oración está estrechamente relacionada con el versículo anterior. David había rogado a Dios que se mostrara como juez para las naciones; y ahora lo toma por una verdad cierta y admitida, que es el oficio peculiar de Dios juzgar a las naciones: porque la palabra puesta en tiempo futuro, y rendida juzgará, denota aquí un acto continuo; y este es el significado del tiempo futuro en oraciones generales. Además, aquí no habla solo de una nación, sino que comprende todas las naciones. Cuando reconoce que Dios es el juez de todo el mundo, concluye un poco después de esto, que mantendrá su causa y su derecho. Y tan a menudo como parecemos abandonados y oprimidos, debemos recordar esta verdad para nuestro recuerdo, que como Dios es el gobernador del mundo, es tan imposible para él abdicar de su cargo como negarse a sí mismo. De esta fuente fluirá una corriente continua de consuelo, aunque una larga sucesión de calamidades puede presionarnos: porque de esta verdad podemos concluir que él se ocupará de defender nuestra inocencia. Sería contrario a todo principio de razonamiento justo suponer que el que gobierna muchas naciones descuida a un solo hombre. Lo que sucede con respecto a los jueces de este mundo nunca puede suceder con respecto a él; no puede, como puede ser el caso con ellos, ocuparse tanto de los grandes asuntos públicos como de descuidar, porque no puede atenderlos, las preocupaciones de los individuos. Nuevamente trae de nuevo su integridad que puede no parecer, después del ejemplo de los hipócritas para hacer del nombre de Dios un mero pretexto para el mejor avance de sus propios propósitos. Como Dios no hace acepción de personas, no podemos esperar que él esté de nuestro lado y nos favorezca, si nuestra causa no es buena. Pero se pregunta, ¿cómo puede David aquí jactarse de su propia integridad ante Dios, cuando en otros lugares desprecia a Dios entrando en juicio con él? La respuesta es fácil, y es esta: el tema que aquí se trata no es cómo podría responder si Dios le exigiera un relato de toda su vida; pero, comparándose con sus enemigos, él sostiene y no sin causa, que, con respecto a ellos, él era justo. Pero cuando cada santo pasa bajo la revisión del juicio de Dios, y su propio carácter es juzgado por sus propios méritos, el asunto es muy diferente, ya que el único santuario al que puede protegerse es la misericordia de Dios.

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