11. Y todos los reyes se postrarán ante él. Este versículo contiene una declaración más clara de la verdad, que el mundo entero será sometido a la autoridad de Cristo. El reino de Judá fue, sin duda, nunca más floreciente que bajo el reinado de Salomón; pero incluso entonces solo había un pequeño número de reyes que le rindieron homenaje, y lo que pagaron fue despreciable en cantidad; y, además, se pagaba con la condición de que se les permitiera vivir en el disfrute de la libertad bajo sus propias leyes. Mientras que David comenzó con su propio hijo, y la posteridad de su hijo, se levantó por el Espíritu de profecía al reino espiritual de Cristo; un punto digno de nuestra atención especial, ya que nos enseña que no hemos sido llamados a la esperanza de la salvación eterna por casualidad, sino porque nuestro Padre celestial ya estaba destinado a darnos a su Hijo. De esto también aprendemos que en la Iglesia y el rebaño de Cristo hay un lugar para reyes; a quien David no desarma aquí de su espada ni despoja de su corona, para admitirlos en la Iglesia, sino que declara que vendrán con toda la dignidad de su posición para postrarse a los pies de Cristo.

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