22. Y yo era tonto e ignorante. David, reprendiéndose a sí mismo bruscamente, como le sucedió a él, en primer lugar declara que era tonto; segundo, se acusa de ignorancia; y, en tercer lugar, afirma que se parecía a los brutos. Si solo hubiera reconocido su ignorancia, podría haberse preguntado, ¿de dónde procede este vicio o falta de ignorancia? Por eso lo atribuye a su propia locura; y cuanto más enfáticamente expresa su locura, se compara con los animales inferiores. La cantidad es que la envidia perversa de la que ha hablado surgió de la ignorancia y el error, y que la culpa de haber cometido un error de este modo fue atribuirse totalmente a sí mismo, ya que había perdido un buen juicio y comprensión, y eso no después de manera ordinaria, pero incluso la duración de ser reducido a un estado de estupidez brutal. Lo que hemos dicho anteriormente es indudablemente cierto, que los hombres nunca forman un juicio correcto de las obras de Dios; porque cuando aplican sus mentes para considerarlos, todas sus facultades fallan, siendo inadecuadas para la tarea; Sin embargo, David se atribuye la culpa del fracaso a sí mismo, porque, habiendo perdido el juicio de un hombre, había caído en el rango de las criaturas brutas. Siempre que no estemos satisfechos con la manera de la providencia de Dios para gobernar el mundo, recordemos que esto se debe a la perversidad de nuestro entendimiento. La palabra hebrea עמך, immach, que hemos traducido contigo, debe tomarse aquí a modo de comparación antes que a ti; como si David hubiera dicho: - Señor, aunque en este mundo he parecido estar dotado de un juicio y una razón superiores, pero con respecto a tu sabiduría celestial, he sido uno de los animales inferiores. Es con la más alta propiedad que ha insertado esta partícula. ¿A qué se debe que los hombres estén tan engañados por su propia locura, como creemos que son, si no es por esto, que mientras se miran, todos se halagan internamente? Entre los ciegos, cada uno piensa que tiene un ojo, en otras palabras, que sobresale del resto; o, al menos, se complace con el reflejo de que sus compañeros no son superiores a él en sabiduría. Pero cuando las personas acuden a Dios y se comparan con él, este error predominante, en el que todos están profundamente dormidos, no puede encontrar lugar.

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