ἔλεγε δὲ πρὸς πάντας : con esta fórmula Lc. pasa suavemente de la declaración de Cristo acerca de su propia Pasión al tema afín de llevar la cruz como la ley del discipulado. El discurso sobre ese tema se reproduce en términos muy parecidos a los de los relatos paralelos. Pero pierde mucho en punto por la omisión de la reprensión del Maestro a Pedro por su oposición a la Pasión.

Esa reprensión le da al discurso este sentido: ¿te opones a mi sufrimiento? Os digo que no sólo debo sufrir; es la suerte inevitable de todos los que tienen la debida atención al interés divino en este mundo. Así, la primera lección que Jesús enseñó a los Doce sobre el significado de su muerte fue que fue el resultado de la fidelidad moral y que, como tal, no era más que un ejemplo de una ley universal del orden moral del mundo.

Esta gran doctrina, el aspecto ético de la Pasión, no se aclara en Lc. καθʼ ἡμέραν, diariamente, en Lc. solamente, una verdadera adición epexegética, pero restringiendo el sentido, dirigiendo la atención a las pruebas comunes de la vida cristiana ordinaria, en lugar de a las grandes tribulaciones en las crisis de una carrera heroica, en la que la ley de llevar la cruz recibe su señal de ilustración. Esta adición hace probable que πάντας se refiera no solo a los discípulos, sino a una audiencia más amplia: la ley se aplica no solo a los líderes sino a todos los seguidores de Jesús.

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