versión 12. Sí, y todos (καὶ πάντες δὲ, o, y todos también) que tienen la intención de vivir piadosamente en Cristo Jesús, serán perseguidos. El apóstol había hablado de sus propias persecuciones, cómo él mismo las soportó y cómo Dios lo libró de ellas; pero ahora generaliza, en cierto modo, su propia experiencia: otros pueden buscar una medida de la misma. Ninguno, de hecho, está exceptuado; todos los que se propongan (οἱ θέλοντες, tener su voluntad establecida) vivir piadosamente en Cristo Jesús en Él, o en unión con Él, como la única fuente verdadera de piedad viviente , serán perseguidos .

No dice cómo ni en qué medida; pero simplemente establece el hecho de que la persecución en una forma u otra será su porción. E incluso este anuncio general presupone obviamente como fundamento la existencia en el mundo circundante de un espíritu de alienación y hostilidad con respecto a la piedad vital. Pero eso podría no ser siempre y en todas partes lo mismo; no podía sino variar a medida que el cristianismo mismo subía al poder, oa la inversa; y así, en cuanto a la cantidad y la fuerza, entra necesariamente en el enunciado un cierto elemento condicional, que puede expresarse así: En la medida en que el mundo conserve su carácter nativo, aquellos que se empeñan en llevar en él vidas de piedad tendrán que enfrentar la persecución.

Si a través de la difusión del evangelio lo antiguo ha desaparecido en gran medida, y un mejor orden de cosas ha tomado su lugar, entonces la persecución puede reducirse a burlas, reproches, trato rencoroso o despectivo, cuando a instancias del santo principio se toma una posición contra las complacencias mundanas o los vicios de moda. En éstos, sin embargo, respira el espíritu perseguidor, sólo que con menos tosquedad y vehemencia que cuando el fuego y la espada son sus armas ( Gálatas 4:29 ).

De modo que la expresión apostólica todavía tiene su aplicación a la vida cristiana; y aquellos que prosigan esta vida deben estar listos para enfrentar tal persecución. Pero nunca deben cortejarlo; están tan obligados a evitar provocarla con indiscreciones como a soportarla mansamente cuando se excitan con sus virtudes.

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