El aoristo γαμήσας significa: desde el momento en que se casa. El paso una vez dado, lo que sigue es el resultado necesario. Pero no es culpa lo que Pablo arroja sobre el matrimonio; es un hecho que afirma para justificar la mayor dificultad que experimenta el hombre casado para realizar en este estado la entera fidelidad al Señor. El hombre soltero solo tiene una pregunta que hacerse: ¿cómo debo actuar para agradar al Señor? El casado está obligado a tener en cuenta otra voluntad que la del Señor y la suya propia, voluntad que debe consultar y que debe ganar para sus planes.

Hay, además, intereses terrenales que administrar; porque conciernen al futuro de la que comparte con él la carga de la familia. Este cuidado no es pecado, de lo contrario el matrimonio sería un estado moralmente defectuoso; es una obligación sagrada, un deber a la vez de delicadeza y justicia, que el marido contrae por matrimonio. Con la misma medida de fidelidad, el hombre casado tendrá pues que superar una doble dificultad, de la que está exento el célibe, la de hacer que su mujer acepte las decisiones morales que se siente obligado a tomar, y la de no sacrificar su vida cristiana. caminar hacia la fortuna terrenal de su familia.

Estas reflexiones son verdaderas, prácticas, sensatas, de acuerdo con la experiencia de la vida, y no justifican en lo más mínimo la acusación formulada contra el apóstol de degradar el matrimonio. Si el creyente casado sale victorioso de estas dificultades, no será ni más ni menos santo que el creyente soltero.

Todo esto es solo una introducción; en los siguientes versículos, el apóstol llega al tema estrictamente así llamado; porque de las vírgenes habla ahora.

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