versión 2 . Pero estaba próxima la fiesta de los judíos, llamada la de los Tabernáculos.

Esta fiesta se celebraba en octubre: seis meses completos, pues, según el mismo Juan, separan esta historia de la anterior, sin mencionar uno solo de los hechos que acabamos de enumerar, y que llenaron todo este medio año. Su intención, pues, no es ciertamente la de relatar una historia completa, y su silencio respecto de cualquier hecho no puede interpretarse como una prueba de ignorancia o como una negación implícita de la misma.

La fiesta de los Tabernáculos, llamada en Macabeos y en Josefo, como aquí, σκηνοπηγία, se celebraba durante ocho días, contados a partir del día quince del séptimo mes (Tisri). Durante este tiempo, el pueblo habitó en tiendas, hechas de ramas frondosas, en los techos de las casas, en las calles y plazas, y hasta a los lados de los caminos alrededor de Jerusalén. Los judíos renovaban así cada año el recuerdo de los cuarenta años durante los cuales sus padres habían vivido en tiendas en el desierto.

La ciudad y sus alrededores parecían un campamento de peregrinos. Las principales ceremonias de la fiesta hacían referencia a las bendiciones milagrosas de que había sido objeto Israel durante aquella larga y penosa peregrinación por el desierto.

Una libación que se hacía cada mañana en el templo, recordaba las aguas que Moisés había hecho brotar de la peña. Dos candelabros, encendidos al anochecer en el atrio, representaban la nube luminosa que había alumbrado a los israelitas durante las noches. A los siete días de la fiesta propiamente dicha, la ley añadía un octavo, con el que quizás estaba relacionado, según la ingeniosa suposición de Lange , el recuerdo de la entrada en la tierra prometida.

Josefo llama a esta fiesta la más sagrada y grande de las fiestas israelitas. Pero, como también estaba destinado a celebrar el fin de todas las cosechas del año, el pueblo se entregaba a regocijos que fácilmente degeneraban en libertinaje, y que hizo que Plutarco lo comparara con las fiestas de Baco. Era la última de las grandes fiestas legales del año; como Jesús no había ido, este año, ni a la fiesta de la Pascua ni a la de Pentecostés, se podría suponer que iría a esta fiesta. Porque se suponía que todos celebrarían al menos una de estas tres fiestas principales en Jerusalén. De ahí el por tanto del siguiente verso.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad

Antiguo Testamento

Nuevo Testamento