Jesús oyó que lo habían echado fuera, etc. Cristo lo recibió amablemente y premia su constancia. Habiendo dado la vista a su cuerpo, ahora ilumina su mente. Al darle la vista corporal, había arrojado algunas semillas esparcidas de fe, que ahora forma particularmente en forma perfecta: para hacerle creer que Aquel a quien consideraba un simple profeta, por haberle dado la vista, era Dios también, y el Hijo de Dios. Dice la Glosa: "El ciego tenía ya el corazón preparado para creer, pero no sabía en quién tenía que creer". Esto, en respuesta a su pregunta, lo aprende de Cristo.

Cristo se preocupó por encontrarlo en el lugar donde sabía que estaba. Es propio de un buen pastor buscar una oveja descarriada, que por sí sola no puede volver al camino correcto. "Expulsan", dice S. Agustín ( in loc. ), "el Señor recibe, y se hace cristiano, tanto más cuanto que fue expulsado".

¿Crees? Cristo no exigió la fe del ciego para la curación de su cuerpo, pero sí para la curación de su alma: porque, como dice S. Agustín ( Serm. xv . de Verb. Apost. ), "El que te hizo sin ti, no te justifica sin ti: te hizo sin tu conocimiento, te justifica por tu voluntad".

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