Y le dijo: Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo que tengo es tuyo. " La ley, los profetas, los oráculos de Dios", dice San Jerónimo. A esto debemos agregar, la adoración del único Dios verdadero, y la fe en Él, en las enseñanzas de la Iglesia, y los beneficios que de ellas se derivan. Porque todas estas bendiciones, que faltaban a los gentiles antes de la venida de Cristo, eran posesión del pueblo de Dios, Israel.

El sentido es: "Tú, como hijo mío, eres libre de disfrutar de todas mis posesiones, como te parezca bien. No debes, pues, envidiar a tu hermano, o tomar a mal que de nuestra propiedad común, he ordenado un becerro para ser sacrificado, en honor a su regreso, especialmente porque tú también estás invitado al banquete". San Ambrosio. Y el Interlinear agrega: "Todo lo mío es tuyo, si es así, deja de envidiar a tu hermano", porque, dice St.

Agustín, "el deseo no obtiene nada sin necesidad, la caridad nada con necesidad, y cuando hayamos obtenido esa bienaventuranza, las cosas superiores serán nuestras para vivir, las cosas iguales nuestras para tener comunión, las cosas inferiores nuestras para gobernar"; y asigna la razón, "porque así es como los hijos perfectos e inmortales miran todas las cosas, que cada uno es posesión de todos, y todo de cada uno". De ahí surgirá para los bienaventurados en el más allá la perfección de la caridad y el amor mutuos, y la plenitud de la gloria y la bienaventuranza.

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