Con este capítulo comienza la serie de milagros realizados en Egipto. Son progresivos. El primer milagro se realiza para acreditar la misión de los hermanos; es simplemente una credencial y no va acompañada de ninguna imposición. Luego vienen señales que muestran que los poderes de la naturaleza están sujetos a la voluntad de Yahvé, cada plaga tuvo graves consecuencias para los egipcios, pero no infligió pérdidas ni sufrimientos severos; luego, en rápida sucesión, vienen plagas devastadoras y devastadoras, mortandad, furúnculos, granizo y relámpagos, langostas, tinieblas y, por último, la muerte de los primogénitos.

Cada una de las inflicciones tiene una conexión demostrable con las costumbres y los fenómenos egipcios; cada uno apunta directamente a alguna superstición egipcia; todas son maravillosas, no, en su mayor parte, como fuerzas invertidas, sino como fuerzas en desarrollo inherentes a la naturaleza, y dirigiéndolas hacia un fin especial. Los efectos se corresponden con estas características; se descuidan los primeros milagros; las siguientes plagas primero alarman, y luego por una temporada, someten al rey, quien no cede hasta que su primogénito es herido. Incluso ese golpe lo deja capaz de un último esfuerzo, que completa su ruina y la liberación de los israelitas.

Te he hecho un dios - O "te he designado". Ver la referencia del margen. Moisés estará en esta relación especial con Faraón, que Dios se dirigirá a él por medio de un profeta, es decir, uno designado para hablar en Su nombre. El pasaje es importante ya que ilustra la característica primaria y esencial de un profeta, él es el declarador de la voluntad y el propósito de Dios.

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