La prueba de la inmoralidad desesperada de la gente es esta, que adoran a las deidades paganas.

(1) generalmente en las ciudades de Judá, y no solo en la capital; y

(2) públicamente en las calles de Jerusalén. Tal idolatría pública podría haber sido practicada solo en el reinado de un rey como Joacim.

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