Este hermoso y animado salmo cierra la serie de los Salmos Aleluya Ps. 146–150, y apropiadamente también cierra todo el volumen. Su autor es desconocido, pero con respecto al objeto para el que fue compuesto no puede haber incertidumbre. Fue diseñado manifiestamente, quien lo escribió, para ocupar el lugar que ocupa, para completar el volumen dedicado a la alabanza. La alabanza es el final adecuado del libro; la alabanza es lo que el Espíritu de inspiración pretendía asegurar en el corazón y en los labios. En la revisión del conjunto hay ocasión para elogios. En vista de todo lo que se ha revelado sobre Dios, sobre su religión, sobre las manifestaciones de su misericordia y gracia hacia su pueblo, hay ocasiones para alabar. Después de todo lo que se ha experimentado, observado y registrado en este libro, todo de prueba, tristeza, tentación, conflicto, desilusión, enfermedad, aflicción, persecución, guerra, cautiverio, esclavitud, exilio, lágrimas, dolor, oscuridad, problemas ... allí es, como resultado del todo, como habrá al final de nuestras propias vidas atribuladas y a cuadros, ocasión para exultación, alabanza, triunfo - canciones, alegrías, éxtasis, aleluyas. Este salmo, entonces, compuesto enteramente de expresiones de gratitud y alabanza, es un cierre apropiado para todo el Libro de los Salmos. Que nuestras vidas se cierren, cuando terminen sus variadas escenas, con agradecimientos y alabanzas, como una expresión adecuada en vista del pasado y como un emblema del empleo ininterrumpido que nos espera en los cielos.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad