44, 45. A continuación se nos presenta un caso sorprendente de la comunión mencionada anteriormente. (44) " Ahora todos los que creían estaban juntos, y tenían todas las cosas en común, (45) y vendían sus posesiones y bienes, y los repartían a todos, según cada uno tenía necesidad". Esta no era una comunidad de bienes, por la cual todos fueron colocados en un nivel pecuniario; porque la distribución se hacía sólo según la necesidad de cada uno.

Era sólo esa generosidad para con los pobres la que debería caracterizar a las congregaciones del Señor en toda época y país. No se debe permitir que los hermanos pobres sufran por las necesidades de la vida, aunque eso requiera que dividamos con ellos el último pan que tenemos. "El que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su compasión, ¿cómo mora el amor de Dios en él?" Más adelante veremos que la Iglesia en Jerusalén no fue la única que se comprometió en esta especie de benevolencia.

Esta conducta contrastaba marcadamente con el abandono de los pobres que entonces era común entre los judíos, incluso en violación de su propia ley, y que era universal entre los gentiles. Nunca antes se había visto nada de este tipo en la tierra. Nos referiremos nuevamente al tema, en el punto iv. 32, abajo.

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