Juan ve otra visión de la ciudad santa, la Nueva Jerusalén, que desciende del cielo, de Dios, dispuesta como una novia ataviada para su marido. Sigue una descripción de las condiciones en esa ciudad santa. Dios morará con su pueblo, y enjugará toda lágrima de sus ojos; ni muerte, ni tristeza, ni llanto, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado. He aquí una escena de suprema belleza y suprema bienaventuranza.

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