§ 2. Las ordenanzas del nuevo Israel (Ezequiel 40-48)

Esta sección final del libro está fechada en el año veinticinco del cautiverio de Ezequiel, es decir, el año catorce después de la caída de Jerusalén (572 a. C.). Por lo tanto, es trece años más tarde que la sección anterior (Ezequiel 33-39) y, con la excepción de Ezequiel 29:17, forma la última parte del libro. Tiene la forma de una visión, que es la contraparte de la que se encuentra en Ezequiel 8-11. Allí Dios abandonó el antiguo templo que había sido contaminado por la idolatría. Aquí tenemos una descripción del Templo del reino restaurado, del regreso de Dios a él y de los diversos arreglos e instituciones religiosas del futuro. La visión está marcada por una gran minuciosidad de detalles, y sin duda Ezequiel había meditado larga y profundamente sobre los detalles del Templo y su ritual. Sin embargo, como en casos anteriores, no hay razón para dudar de que esta visión fue una experiencia real, en la que los temas de la reflexión anterior se destacaron vívidamente ante la mente del profeta. Si bien los detalles materiales son tan diminutos, algunas características de la visión son sobrenaturales y milagrosas. El conjunto forma una imagen ideal,

Los planos del templo de Ezequiel, en la pág. 518, son con permiso de Cambridge University Press.

El nuevo Israel (Ezequiel 33-48)

Mientras el reino judío permaneció en existencia, las profecías de Ezequiel (las de Ezequiel 1-24) trataban casi exclusivamente del pecado de la nación y de la certeza de su derrocamiento. Pero cuando estas profecías se cumplieron con la caída de Jerusalén, su mensaje asumió un carácter nuevo y esperanzador. El castigo de Dios por el pecado de Israel no fue el final de su trato con su pueblo. La destrucción del antiguo Israel pecador sería seguida por el establecimiento de un reino perfecto de Dios. La humillación de las naciones extranjeras (descrita en Ezequiel 25-32) prepararía el camino para esto, y sería sucedida por la restauración de los exiliados. El nuevo reino se establecería bajo nuevas condiciones de adoración y comunión con Dios. Esta parte final del libro se divide en dos secciones,

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