Eliseo pasó a Sunem, donde había una gran mujer, excelente para la herencia, o el nacimiento y la calidad. Y ella lo obligó a comer pan. Lo presionó con gran importunidad, y al final, con gran dificultad, lo convenció para cenar con ella. Cada vez que pasaba por allí se volvía hacia allí. Ella lo hacía tan bienvenido, que él no tenía escrúpulos, cuando tenía ocasión de ir por ese camino, para entrar allí y refrescarse; lo que probablemente ella lo invitó a hacer.

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