Pero no entró a ellos. Los consideró impuros para él, habiendo sido profanados por su hijo. Estuvieron encerrados hasta el día de su muerte, viviendo en la viudez. Siendo esposas de la realeza, no era apropiado que estuvieran casadas con otra persona, y por lo tanto David no les dio una carta de divorcio, sino que los encerró cerca, que ningún hombre podría haber conversado con ellos. Y de hecho no habría sido prudente dejarlos ser vistos en el exterior, ya que eso habría renovado el recuerdo del crimen de Absalón.

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