El ángel extendió su mano sobre Jerusalén, la cual había comenzado a herir, y en la cual procedía a hacer una matanza mucho mayor. Este ángel apareció con la forma de un hombre, con una espada desenvainada en la mano, para convencer más plenamente a la gente de que no se trataba de una plaga natural, sino infligida por la mano inmediata de Dios. El Señor se arrepintió del mal. Es decir, en parte recordó su sentencia de la duración de la plaga durante tres días completos; y esto lo hizo con las oraciones y sacrificios de David, como aparece en 2 Samuel 24:25, aunque estos se mencionarán más adelante. Esto fue en el monte Moriah; en el mismo lugar donde Abraham, por una contramanda del cielo, se le impidió matar a su hijo, este ángel, por una contramanda similar, se le impidió destruir Jerusalén. Es por el gran sacrificio, que nuestras vidas perdidas son preservadas del ángel destructor.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad