Este es el dedo de Dios. Los agentes del diablo, cuando Dios les permitía, podían hacer grandes cosas; pero cuando les impuso un embargo, no pudieron hacer nada. Y su incapacidad en este caso podría haberles mostrado de dónde tenían su habilidad en los casos anteriores, y que no tenían poder contra Moisés sino lo que les fue dado de arriba. Pero el corazón de Faraón fue endurecido por él mismo y el diablo. Aunque vio a sus magos desconcertados, no pudo convencerse a sí mismo de dejar ir a los israelitas. Su orgullo regio, el deseo de detener a tanta gente en esclavitud y sujeción a él, y, sobre todo, sus supersticiosos prejuicios, cegaban tanto su mente que aún permanecía obstinado. Quizás todavía consideraba a Moisés como un mero mago, como el suyo, solo que algo más experto en su arte.

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