Y allí construyó un altar e invocó el nombre del Señor. Tal parece ser su práctica constante, dondequiera que quitara. Tan pronto como llegó a Canaán, aunque era un forastero y un peregrino allí, sin embargo, se estableció y mantuvo la adoración de Dios en su familia; y dondequiera que tenía una tienda, Dios tenía un altar, y eso lo santificaba con la oración.

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