Y él O bien, 1º, Moab, quien, sumergido en un mar de angustias, se esforzará por salir de él nadando, pero sin ningún propósito; o, 2d, El Señor, (quien es designado por este pronombre él, tanto en la última cláusula de este versículo, como en el versículo siguiente,) cuyo poder no podrán resistir más de lo que las aguas pueden resistir a un hombre que nada, quien, con gran facilidad, los divide de un lado a otro. El primer sentido es adoptado por el obispo Lowth, quien dice: "No puedo concebir que extender las manos de un nadador pueda ser una ilustración de la acción de Dios extendiendo sus manos sobre Moab para destruirlo". Sin embargo, la mayoría de los intérpretes prefieren este último, ya que se conecta mejor con la siguiente cláusula. Y consideran que la comparación implica que Dios debe extender sus poderosas manos por todos lados, hasta los límites más extremos de Moab, para derribar a sus enemigos, como un nadador extiende sus manos para golpear con ellos las aguas opuestas.

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