También les digo que será necesario, sin embargo, para que mantengan sus mentes inquebrantables, que a menudo esperen con ansias el juicio final, en el cual los reconoceré como mis siervos, si, por su constante y alegre obediencia a mis mandamientos, ahora me reconoces como tu Maestro. Porque todo el que me confiese delante de los hombres se reconocerá libre y abiertamente como mi discípulo, y se conducirá como tal, a los peligros y persecuciones que por ello se exponga; a él también le confesará el Hijo del Hombre. Declarará que le pertenece; ante los ángeles de Dios cuando vengan para asistir a su triunfo final.

Pero el que Para evitar el reproche y el sufrimiento; me niega delante de los hombres y se avergüenza o teme de sostener tan buena causa; será negado y repudiado por mí ante los ángeles de Dios cuando aparezcan en formas radiantes a mi alrededor, y esperen en solemne silencio el importante acontecimiento de ese terrible día. Nada puede ser más majestuoso que la vista que Cristo aquí da de sí mismo y del resultado del juicio final. Se habla de la renuncia por él como una circunstancia que expondrá a un hombre al desprecio de todo el mundo angélico y no le dejará ningún refugio o esperanza restante.

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