Y se levantó José obedeció al ángel y, al parecer, con mucho gusto habría ido a Judea, probablemente a Belén, porque de su propio conocimiento de las profecías, así como de la decisión de los escribas, un relato de lo que podría haber recibido de los magos, imaginó que la educación de su hijo en Belén era tan necesaria para ser reconocido como el Mesías, como su nacimiento, que había sido ordenado providencialmente que ocurriera allí. Sin embargo, cuando se enteró de que Arquelao reinaba en Judea, tuvo miedo de ir allí , pues conocía el carácter celoso y cruel de ese príncipe. Arquelao fue el sexto hijo de Herodes, y el más cruel de todos los que le sobrevivieron. Su padre lo nombró su sucesor, con autoridad real, pero Augusto le otorgó solo el título de etnarca., o gobernante de la nación, anexando a su gobierno Samaria e Idumaa. En el mismo comienzo de su reinado, masacró a 3.000 judíos a la vez en el templo, y luego, a saber, en el décimo año de su gobierno, fue desterrado por Augusto a Viena en la Galia, en una denuncia presentada contra él por el jefe de los judíos, por sus diversas crueldades.

José, por lo tanto, bien podría tener miedo de establecerse en un país que estaba bajo el gobierno de un tirano tan cruel. Siendo advertido por Dios en un sueño, se desvió hacia las partes de Galilea que estaban bajo el gobierno de Herodes Antipas (ver nota sobre Mateo 2:2,) un príncipe de carácter más suave que Arquelao, y luego en términos tan hostiles con él, que no había peligro de que entregara a José y María a su poder. Añádase a esto que, con la intención de construir las ciudades de Julias y Tiberíades, se esforzó, mediante promesas e inmunidades, así como mediante un gobierno benigno, para atraer a extraños para que vinieran y se establecieran allí. Podemos observar aquí que, aunque la relación cercana de José con Jesús lo expuso a muchas dificultades y peligros, a los que había sido un extraño hasta que comenzó, sin embargo, lo compensó ampliamente por ese inconveniente, colocándolo a él y a los suyos bajo la peculiar cuidado de una Providencia vigilante, siempre atenta a su seguridad y la de su pequeña familia; y al procurarle el favor de tantas visitas extraordinarias y descubrimientos sobrenaturales de la voluntad divina.

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