¿Debería huir un hombre como yo? Yo, que soy gobernador, ¿debería dar un buen ejemplo de valentía inquebrantable? ¿Yo, de cuya presencia, consejo y conducta, depende en gran medida la vida y el ser de toda la ciudad y la nación? ¿Yo, que he profesado tal resolución y confianza en Dios, y he tenido una experiencia tan eminente de su amable y poderosa ayuda, de que me llamó a este empleo y me ayudó a superarlo cuando nuestro peligro era mayor de lo que es ahora? ¿Deshonraré ahora a Dios y a la religión, y traicionaré al pueblo y a la ciudad de Dios con mi cobardía? ¡Dios no lo quiera! ¿Quién hay que, siendo como yo, entraría en el templo para salvar su vida?Aunque su vida dependía de ello. ¿Entraré como si tuviera una mala causa o una mala conciencia? como si fuera un malhechor y huyera allí en busca de refugio? ¿Como si no me atreviera a confiar en Dios con mi preservación si no fuera al templo, lo cual no me es lícito hacer, no siendo sacerdote?

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