Inclinó los cielos produciendo nubes espesas y oscuras, por las cuales los cielos parecían descender a la tierra; y descendió no por cambio de lugar, sino por la manifestación de su presencia y poder en mi nombre. En otras palabras, él, por así decirlo, hizo que los cielos se doblaran debajo de él, cuando descendió para vengarse de sus enemigos y los míos. Y las tinieblas estaban bajo sus pies. El salmista parece expresar aquí la aparición de la Divina Majestad en una nube gloriosa, que desciende del cielo, la cual, por debajo, era sustancialmente oscura, pero por encima brillante y resplandeciente con un brillo asombroso; y que, por su gradual descenso, parecería como si los propios cielos se inclinaran y se acercaran a la tierra.

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