Ver. 2, 3. El juez hará que se acueste, etc.— Para evitar la severidad en el juicio de las personas declaradas culpables de delitos menores, Moisés aquí no solo ordena el número de azotes que se infligirán, sino que se encargará de que se haga antes el rostro del propio juez. El criminal se tendió en un patio abierto, ya sea en el suelo o ante un pilar bajo, al que le ataron las manos, y, desnudo hasta la cintura, el verdugo se colocó detrás de él y lo azotó en la espalda con correas hechas de piel de buey: las rayas no debían exceder de cuarenta; por lo que generalmente se limitaban a treinta y nueve. Así dice San Pablo de sí mismo: De los judíos, cinco veces recibí cuarenta azotes menos uno. 2 Corintios 11:24 . El escritor sagrado agrega:no sea que si se excede, tu hermano te parezca vil; es decir, no sea que los jueces, al exceder los límites de la humanidad, y la compasión que se debe a un hermano, un participante de la naturaleza humana en común con ellos, se acostumbren a pensar despreciablemente de sus hermanos pobres y denigrar sus vidas.

La Vulgata lo traduce ne foede laceratus abeat; no sea que tu hermano se vaya vilmente mutilado. No había leyes más suaves que la mosaica en este particular. Las leyes atenienses condenaron a los criminales a cincuenta azotes; y, entre los romanos, con frecuencia los azotaban hasta la muerte. Hasta qué punto el infligir tal número de azotes, como infelizmente se hace, en algunos casos, entre nosotros, puede justificarse sobre los principios de esa religión misericordiosa que profesamos, bien puede merecer una consideración muy seria. Respecto a este castigo del flagelo, nos remitimos a la Disertación de Calmet, antepuesta a su Comentario al Deuteronomio.

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