Amán había caído sobre la cama donde estaba Ester. Era costumbre entre los persas, así como en otras naciones, sentarse, o más bien acostarse, en las camas cuando comían o bebían; y por lo tanto, cuando Amán se postró como suplicante a los pies de Ester y, como era la costumbre entre los griegos y los romanos, y no improbablemente entre los persas, abrazó sus rodillas, el rey podría fingir que estaba ofreciendo violencia a la castidad de la reina; no es que creyera que esa era su intención; pero en su furiosa pasión, lo convirtió todo en el peor de los sentidos y lo utilizó para agravar su crimen. El plan del rey fue bastante evidente por sus palabras; y por eso inmediatamente cubrieron el rostro de Amán.Así como la dignidad de un príncipe hacía que el ser vestido con sus ropas fuera un gran honor, así debería parecer que no permitía que un malhechor le pusiera los ojos encima. La majestad, al menos, de los reyes de Persia no lo permitió, como aparece en el caso de Amán, cuyo rostro se cubrió tan pronto como los cortesanos percibieron que Asuero lo miraba de esa manera.

Algunos ejemplos curiosos correspondientes se han producido desde la antigüedad, y pueden encontrarse en la sinopsis de Poole; pero, quizás, resulte divertido descubrir que esta costumbre aún continúa; así como útil para determinar más claramente el significado de cubrirse el rostro, que ha sido entendido de manera diferente por los eruditos. Por tanto, anotaré, de los viajes del obispo Pococke, el relato que da de un artificio mediante el cual se quitó un bey egipcio. Era esto: un hombre, que fue llevado ante él como un malhechor recién apresado, con las manos detrás como si estuviera atado, y una servilleta puesta sobre su cabeza, como suelen hacer los malhechores , cuando fue llevado ante el bey, de repente lo mató a tiros. . La cubierta de la cara de Amán, a continuación, fue la colocación de élante Asuero como un malhechor para escuchar su condenación, quien acababa de ser considerado como el confidente del rey. Ver Observaciones, p. 282 y Explication des Textes Difficiles, pág. 261.

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