Ay de ti, el más despojado, etc.— El profeta ordena así su discurso, como si hubiera encontrado a este gran despojador a quien va dirigido, en el mismo acto de despojo, y cara a cara denuncia el juicio divino sobre él. Por lo tanto, se dirige a él con el odioso apelativo de pérfido saqueador y ladrón, y le declara los decretos de la divina justicia vengativa, que se le imponen de acuerdo con las estrictas leyes de la represalia. La historia abunda en los nombres de los poderosos saboteadores, ladrones y asesinos de la humanidad, grandes héroes y guerreros. Uno de ellos fue Senaquerib, (ver cap. Isaías 37:18.) a quienes esta denuncia puede ser aplicada con gran propiedad; pero con mayor aún para Antíoco Epífanes, el enemigo más empedernido del pueblo de Dios, quien trajo sobre ellos una desolación mucho más extensa y terrible que Senaquerib; y las consecuencias relatadas en la última parte de este capítulo parecen referirse más propiamente a los tiempos que siguieron a su devastación. Ver Ezequiel 38 . Daniel 8:13 ; Daniel 8:24 y Vitringa.

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