Venid y echemos suertes. Los marineros se dedican a esta práctica, porque ven que hay algo sobrenatural en la tempestad; de donde concluyen que surgió a causa de algún malvado que falló con ellos. Así, los marineros que llevaban a Diágoras en su barco llegaron a la conclusión de que la tempestad que los asaltó se debía principalmente a este filósofo, que profesaba abiertamente el ateísmo. Dios se complace en ordenar las suertes de tal manera que se encuentra que Jonás es el culpable.

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