Y todos estaban asombrados. Todos los discípulos estaban asombrados al considerar la grandeza del poder que Jesús mostró en su último milagro. Parecería que su asombro iba acompañado de expectativas proporcionalmente altas de felicidad en ese reino temporal que ahora estaban convencidos de que podía erigir fácilmente. Jesús, sabiendo esto, pensó conveniente, cuando llegaron a Galilea (el país donde tenía más seguidores) para moderar la ambición de sus discípulos, prediciendo sus propios sufrimientos.

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