De cierto digo, en tanto, etc. ¡ Esto es indescriptiblemente asombroso! La sabiduría unida de los ángeles no podría haber pensado en nada más apropiado para transmitir una idea del calor y la fuerza de la benevolencia divina al hombre, u ofrecer un motivo más restrictivo para la caridad, que el Hijo de Dios debe declarar desde el juicio. - sentarse, en presencia de todo el universo reunido, a que se le hagan a él los buenos oficios que se hacen a los afligidos a través del amor genuino.

Habiendo sufrido en el día de su carne heridas y aflicciones indecibles, considera a todos los miembros angustiados de su cuerpo, los ama tiernamente y está tan interesado en su bienestar, que cuando son felices, se regocija; cuando están angustiados, él se entristece. En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis. ¡Maravillosa condescendencia del Hijo de Dios!

¡Asombrosa estupidez de los hombres! que descuidan por completo o son persuadidos con dificultad de hacer el bien a Cristo. ¡Qué maravillosa condescendencia, que el Hijo de Dios nos llame a alguno de nosotros sus hermanos! Esta feliz relación surge de la hombría, que aún posee en común con nosotros. Los fieles están con él, pero en un sentido infinitamente inferior, hijos del mismo Padre, a cuya imagen han sido formados por la influencia de su Espíritu que obra en ellos la fe.

Es esta conformidad de la naturaleza humana y divina la que hace a los hombres hermanos de Cristo; por lo cual, en cualquier persona que se encuentre, reconocerá la relación, independientemente de cualquier circunstancia que esté fuera del poder de la persona. Ver Macknight. Por estos mis hermanos, el Dr. Heylin también entiende, los santos, que deben venir en el tren de Cristo al juicio. Ver Obras de Mede, p. 81 y Wetstein.

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