No se presentará en el juicio , es decir, "No tendrán nada que alegar en su defensa, sino que serán condenados sin remisión". El siríaco lo rinda, no serán absueltos.

REFLEXIONES.— 1º. Este Salmo comienza con la descripción del hombre santo y verdaderamente feliz. Bienaventurado el hombre, o, ¡ oh , la bienaventuranza del hombre! ¡Qué grande, qué indecible, en el tiempo y en la eternidad! Su carácter está fuertemente marcado; y por sus frutos puede ser conocido. No anda en consejo de impíos; no toma sus máximas del mundo, que yace en la maldad, ni modela su conducta según sus caminos destructivos; ni está en camino de pecadores, aunque él mismo lo fue en otro tiempo; ni se sienta en la silla de los escarnecedores;por muy altas que sean sus pretensiones de sabiduría superior, y por mucho que afecten a tratar con desprecio la voluntad revelada de Dios: tales hijos de orgullo no tendrán su oído ni por un momento; como una plaga evitará su compañía, y su aliento como contagioso. Pero su deleite está en la ley del Señor. Esta clave sagrada sigue el hombre de Dios con deleite, y en su ley medita el día y la luz:su Biblia es su compañera, no desea mejor entretenimiento; las gloriosas verdades comprometen su profunda meditación, son el tema de su conversación diaria; y si de noche sus ojos se mantienen despiertos, sus pensamientos están gratamente ocupados en la palabra de Dios: en este mejor curso, su alma prospera en cada disposición divina y, en consecuencia, participa de la felicidad verdadera y duradera; porque la santidad y la felicidad son inseparables.

Y será, o entonces será, como árbol plantado junto a corrientes de agua, que da su fruto en su tiempo. Cuando, por la gracia divina, esté capacitado para deleitarse y meditar en la palabra de Dios, los efectos de gracia de ella serán evidentes; su hoja de profesión continúa verde y floreciente, y abundan sus santos frutos de justicia. El Señor, cuyo plantío es, lo riega en todo momento; transmite a su alma las corrientes vivas de la gracia divina, de Jesús, fuente viva; y así crece alto como el cedro, y fructífero como la vid; ni se marchita su estado, ni se marchitan sus hojas, ni se marchita su fruto como el higo intempestivo; no, su hoja tampoco se marchitará.Preservado por la gracia omnipotente, la corrupción no empañará su belleza, ni la apostasía pondrá el hacha en la raíz; pero todo lo que hace prosperará; toda oración recibirá una respuesta de paz; todo trabajo será asistido con éxito; toda providencia sea santificada; y, en resumen, todas las cosas trabajan juntas para su bien. Tal es el hombre bendito, santo y feliz. ¡Que mi alma lleve la impresión divina y corresponda más a este carácter amable!

2º, El mismo contraste con los descritos anteriormente es el carácter del impío; no son asi;el pecado es su camino; la compañía que mantienen es, como ellos, impía; sus opiniones son erróneas, como su práctica es perversa. Permanecen en las sendas de la maldad y se sientan contentos con sus propios engaños; negligente con la palabra de Dios, sin consultarla nunca en secreto; y si se sientan debajo, ¿qué cansancio es? Sus pensamientos, disipados en pos de la vanidad mundana o las indulgencias carnales, nunca se fijan en el volumen sagrado; ni de día ni de noche se ocupan en ella. Como un árbol arruinado, su hoja se seca y, en lugar de dar fruto, sólo sirve como combustible para las llamas: la maldición de Dios está sobre ellos en todo el trabajo de sus manos, y la miseria los sigue más cerca que su sombra. Son como la paja que se lleva el viento.La vanidad está estampada en todos sus goces; son empujados ante el aliento de toda tentación; ligero y despreciable, en la cuenta de Dios, como el polvo de la balanza, y dispuesto a sufrir el soplo eterno del soplo de su disgusto; cuando, con su abanico en la mano, limpiará a fondo su piso, y la paja se quemará con fuego inextinguible.

Por tanto, los impíos no comparecerán en el juicio: en ese día terrible, cuando Dios convoque a su tribunal a los hijos culpables de Adán, para recibir su condenación eterna, entonces los cubrirá la confusión, todo ruego será silenciado, toda boca cerrada. Aunque, quizás con hipocresía, alguna vez se unieron a la asamblea de los santos de Dios, ya no se encontrará su lugar; ni pecadores en la congregación de los justos: se hará una separación terrible y eterna; éstos irán al castigo eterno, pero los justos a la vida eterna: porque el Señor conoce el camino de los justos;por la fe en Cristo andan por el camino de la vida, y son tenidos por justos, como son aceptados en él; y son realmente justos; ya que derivan de él una naturaleza divina; Dios los conoce, ve y aprueba el camino por el que van y pronto los recompensará eternamente. Pero el camino de los impíos perecerá; escogieron sus engaños, y perecerán en su propio engaño; su camino es siempre doloroso, y su fin es la miseria y la muerte eterna. ¡Señor, no encierres mi alma con los pecadores!

Que se regocijen los justos; que tiemble el pecador. En un momento se abre esta terrible eternidad, y se determina su estado eterno: ¡oh! ¡para despertar los temores de los impíos y avivar la diligencia de los fieles!

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