Doy gracias a mi Dios. - Aquí el Apóstol reanuda en primera persona, volviendo, después del paréntesis, a la continuación de su propio deseo y ejemplo. No subestima ese don cuyo mal uso y exageración censura; él mismo lo posee en un grado notable; sin embargo, en la Iglesia ( es decir, en cualquier asamblea de cristianos para oración o instrucción) preferiría hablar cinco palabras con la mente en lugar de diez mil con la lengua solamente; porque el objeto de tales asambleas no es la oración privada o la comunión extática privada con Dios, sino la edificación de los demás. La palabra usada para "enseñar" en este versículo es literalmente nuestra palabra catequesis.

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