Cinco emerods dorados y cinco ratones dorados. - Era una costumbre generalizada en las naciones de la antigüedad ofrecer a la deidad, a quien se atribuía la enfermedad o la recuperación de la enfermedad, semejanzas de las partes enfermas; así también los que habían escapado del naufragio ofrecerían cuadros, o tal vez sus vestidos, a Neptuno o, como algunos nos dicen, a Isis. (Véase, por ejemplo, Horace, Carm. I. 5.

) Los esclavos y gladiadores presentarían sus armas a Hércules; los cautivos dedicarían sus cadenas a alguna deidad. Esta práctica ha gozado de popularidad en tiempos más modernos. En el siglo V, los cristianos, nos dice Teodoreto, solían ofrecer en sus iglesias manos y pies u ojos de oro o plata, como ofrenda de agradecimiento por las curaciones efectuadas en respuesta a la oración. En los países católicos romanos todavía se hacen ofrendas votivas similares.

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