Caigamos ahora en la mano del Señor. Aquí reaparece el espíritu de David en sus primeros años; elige la forma de castigo que le parece más directa e inmediatamente dependiente de Dios mismo. Se pone en sus manos antes que sufrir esos otros castigos en los que la voluntad del hombre parecía tener una mayor participación. Y puede observarse también que elige esa forma de castigo frente a la cual su propia posición real no le otorgaría inmunidad.

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