El rebaño de mi prado. - El capítulo se cierra con la más firme y tierna certeza de que el objeto de su lenguaje figurado es señalar la comunión renovada y cercana que ha de producirse entre Dios y su pueblo. Ellos serán Su rebaño y Él será su Dios. Sin embargo, la vasta e infinita distancia entre ellos no se deja fuera de la vista, sino que se muestra de manera prominente: son hombres; El es Dios.

Todavía no estaban preparados para comprender cómo se podía salvar este abismo infinito; solo debería ser por su pastor David. Sabemos que Él era el Mediador, tanto Dios como hombre, uniendo así a ambos en uno.

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