CAPITULO XXXII

Los israelitas, al ver que Moisés retrasa su regreso, piden a

Aarón que les haga dioses para que vayan delante de ellos, 1.

Aarón consiente, y exige sus ornamentos, 2.

Se los entregan, y él hace un becerro fundido, 3, 4.

Construye un altar delante de él, 5;

y el pueblo ofrece holocaustos y sacrificios de paz, 6.

El Señor ordena a Moisés que baje, diciéndole que el

pueblo se había corrompido, 7, 8.

El Señor se enfada y amenaza con destruirlos, 9, 10.

Moisés intercede por ellos, 11-13;

y el Señor promete perdonarlos, 14.

Moisés baja con las tablas en sus manos, 15, 16.

Josué, al oír el ruido que hacían en su fiesta, hace

algunas observaciones al respecto, 17, 18.

Moisés, al llegar al campamento, y ver su culto idolátrico

está muy afligido, arroja y rompe las dos tablas, 19.

Toma el becerro, lo reduce a polvo, lo esparce sobre el agua

y hace que lo beban, 20.

Moisés discute con Aarón, 21.

Aarón se reivindica, 22-24.

Moisés ordena a los levitas que maten a los transgresores, 25-27.

Lo hacen y caen 3.000, 28, 29.

Moisés vuelve al Señor en el monte y suplica por el pueblo, 30-32.

Dios amenaza y perdona, 33.

Ordena a Moisés que dirija al pueblo y le promete la dirección

de un ángel, 34.

El pueblo es atormentado por su pecado, 35.

NOTAS SOBRE CHAP. XXXII

Verso Éxodo 32:1. Cuando el pueblo vio que Moisés se demoraba. No podemos saber cuánto tiempo transcurrió antes de que se cumplieran los cuarenta días; pero ciertamente debió ser un tiempo considerable, ya que los ornamentos debían ser recogidos, y el becerro o buey, después de haber sido fundado, debía requerir un tiempo considerable para modelarlo con el buril; y ciertamente no podían trabajar en él más de dos o tres personas a la vez. Por lo tanto, este trabajo debió requerir varios días.

El pueblo se reunió. Acudieron de manera tumultuosa y sediciosa, insistiendo en que se les construyera un objeto de culto religioso, ya que tenían la intención de regresar a Egipto bajo su dirección. Consulte Hechos 7:39.

En cuanto a este Moisés, el hombre que nos habló.  Este parece ser el lenguaje de un gran desprecio, y por él podemos ver la verdad del carácter que les vio Aarón, Éxodo 32:22, que estaban dispuestos a hacer daño. Es probable que hayan supuesto que Moisés había perecido en el fuego, que vieron que había invadido la cima de la montaña a la que se dirigió.

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