Versículo Ezequiel 3:18 . De cierto morirás. Esto es: Si no se apartare de su maldad, y no le amonestares como arriba se ha dicho, morirá en su maldad, la cual no debió cometer; pero su sangre demandaré de tu mano; visitaré tu alma por la pérdida de la suya. ¡Oh, qué terrible es esto! Oídlo, sacerdotes, predicadores, ministros del Evangelio; especialmente vosotros, que habéis entrado en el ministerio para ganarse la vida, vosotros que reunís una congregación para alimentaros de su grasa y vestiros con su lana; en cuyas parroquias y congregaciones mueren almas inconversas de día en día, que nunca han sido advertidas solemnemente por vosotros, y a quienes nunca habéis mostrado el camino de la salvación, probablemente porque vosotros mismos no lo conocéis. ¡Oh, qué perdición os espera! Que la sangre de cada alma que ha muerto en vuestras parroquias o en vuestras congregaciones sin convertirse sea depositada a vuestra puerta. Sufrir una condenación común por cada alma que perece por vuestra negligencia. ¡Cuántas cargas de dolor interminable tendrán que soportar! Ustedes toman sus diezmos, sus estipendios o sus rentas, hasta el último grano y el último centavo, mientras que las almas sobre las cuales se hicieron vigilantes han perecido y están pereciendo por su negligencia. ¡Oh hombres inútiles y desventurados! ¡Más os valdría no haber nacido nunca! Vano es vuestro alarde de autoridad apostólica, mientras no hacéis la obra de apóstoles. ¡Vana vuestra jactancia de ortodoxia, mientras no mostráis ni conocéis el camino de la salvación! Vanas son vuestras pretensiones de un llamamiento divino, cuando no hacéis la obra de evangelistas. El estado de los más miserables de la raza humana es envidiable al de tales ministros, pastores, maestros y predicadores.

Pero que esto no desanime al ministro fiel que enseña a todo hombre, y amonesta a todo hombre, con toda sabiduría, a fin de presentar perfecto a todo hombre para Cristo Jesús. Si después de tal enseñanza y amonestación siguen pecando, y mueren en sus pecados, su sangre será sobre ellos mismos; pero tú, oh hombre de Dios, has librado tu propia alma.

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