Cuando digo al impío: Ciertamente morirás, es decir, pagando la pena por las transgresiones manifiestas de la santa voluntad de Dios, y no le das advertencias ni hablas para advertir al impío de su camino perverso, en un intento urgente de sálvelo de su maldad y sus resultados, para salvar su vida, que de otro modo estaría amenazada con la perdición eterna, el mismo malvado morirá en su iniquidad, siendo obligado, en verdad, a pagar el castigo de sus pecados; pero pediré su sangre de tu mano, por haber causado la matanza de un alma inmortal por su negligencia.

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