Versículo Hechos 20:38 . Que no vuelvan a ver su rostro...   Esta fue una reunión muy solemne, y una despedida muy emotiva. El hombre que les había señalado por primera vez al Señor Jesucristo, por quien habían sido llevados a un estado de salvación tan glorioso, se va ahora, con toda probabilidad, para no ser visto más hasta el día en que los vivos y los muertos se presenten ante el trono del juicio. Tal escena, y sus correspondientes sentimientos, son más fáciles de imaginar que de describir.

1. Como se dice que los discípulos se reunieron el primer día de la semana, podemos aprender de esto que, desde los tiempos apostólicos, el día del Señor, ahora el sábado cristiano, se reservaba para ejercicios religiosos, como la predicación de la santa palabra de Dios y la celebración del sacramento de la Cena del Señor. Además de ser el día en que nuestro bendito Señor resucitó de entre los muertos, la práctica de los apóstoles y de la Iglesia primitiva es una razón adicional por la que debemos celebrar religiosamente este primer día de la semana. Los que, profesando la religión cristiana, siguen prefiriendo el sábado judío, tienen poco que apoyar en el Nuevo Testamento. Cuán propenso es el hombre a pretender ser sabio por encima de lo que está escrito, mientras que está, en casi todos los aspectos, por debajo de la enseñanza tan claramente establecida en la palabra divina.

2. El encargo de San Pablo a los pastores de la Iglesia de Cristo en Éfeso y Mileto contiene mucho que es interesante para todo ministro cristiano:

(1) Si es enviado por Dios, lo es para apacentar el rebaño.

(2) Pero, para alimentarlos, debe tener el pan de vida.

(3) Este pan debe distribuirlo a su debido tiempo, para que cada uno tenga la porción adecuada al tiempo, al lugar y al estado.

(4) Mientras alimenta a los demás, debe tener cuidado de alimentar su propia alma: es posible que un ministro sea el instrumento para alimentar a los demás y, sin embargo, se muera de hambre.

(5) Si Jesucristo confía a su cuidado las almas que ha comprado con su propia sangre, ¡qué horrible relato tendrá que dar en el día del juicio, si alguna de ellas perece por su negligencia! Aunque el pecador, al morir en sus pecados, tiene su propia sangre sobre su cabeza, sin embargo, si el atalaya no le ha advertido fielmente, su sangre será requerida por la mano del atalaya. Que el interesado lea Ezequiel, Ezequiel 33:3 y piense en el relato que en breve ha de dar a Dios.

3. La ternura y la simpatía no son incompatibles con el más alto estado de gracia. Pablo advierte a sus oyentes día y noche con lágrimas. Sus oyentes lloran ahora dolorosamente por la partida de su amado pastor. Los que pueden abandonar a un ministro cristiano con indiferencia, o bien han sacado poco provecho bajo ese ministerio, o se han apartado de la gracia de Dios. Los pastores deben amar como padres, los convertidos como hijos; y todos deben sentirse una familia, bajo esa gran cabeza, Cristo Jesús.

 

 

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